Una clase en sí misma .
El concepto de gestión de calidad se ha extendido a gran parte de la medicina alemana y es bueno que sea así, porque ya iba siendo hora; al fin y al cabo se trata de la salud y la vida de seres humanos.
A pesar de la gestión de calidad, no todo lo que se ve en algunas clínicas es de color de rosa. Esto se debe a que no se respectan las directivas o a que se introducen sistemas de gestión de calidad que son, lisa y llanamente, muy poco efectivos.
De poco le vale al paciente que el sistema de gestión de calidad prescriba, por ejemplo, que «el formulario azul debe clasificarse en el archivador azul», si no se controla en absoluto el trabajo del médico. Éste no es un control real de la calidad del tratamiento, sino un control ilusorio.
Para nosotros, los sistemas de gestión de calidad conocidos son deficientes. Nosotros exigimos mucho más de nuestro trabajo, y las consecuencias que deberían acarrear las conductas erróneas deberían ser estrictas. Nuestros procesos de control y decisión son cortos.
Nuestra gestión de calidad, que funciona según reglas definidas por nosotros mismos, tiene un gran nivel de competencia, y es la mayor autoridad. Ésta está por encima de los especialistas. Sería incluso posible que la dirección de gestión de calidad despidiese a un especialista, si éste realiza un mal trabajo.
De poco vale la calidad si se introducen prestigiosos sistemas de control de calidad que luego no afectan a los médicos jefes.
Tenga en cuenta que la gestión de calidad se encarga de que los procesos organizativos y médicos se desarrollen de la manera más óptima y correcta posible. Y, a decir verdad, estas son las condiciones necesarias para un buen resultado, pero no la garantía de que se obtenga. Incluso si trabajásemos de forma perfecta, una operación no puede ser 100% segura, ya que el resultado final depende también del metabolismo y de la conducta del paciente. Nuestra estricta supervisión nos permite, no obstante, acercarnos lo más posible al 100%.